“El éxtasis de Santa Teresa” de
Gian Lorenzo Bernini hecha en 1645-1652.
Andrea Gussi Borunda
Los dos personajes están
colocados en el espacio con una delicada dislocación: resulta casi imposible de
describir el gesto del ángel, captado mientras extrae el dardo al cuerpo
femenino. El artificio cobra vida ante nuestros ojos. El centro de gravedad de
la compleja escultura se desplaza: la santa se halla ligeramente reclinada
hacia atrás (con el simbólico pie que sale hacia fuera), y el pequeño sátiro
gira hacia la parte anterior del escenario. El "fuego", está en aquel
dardo llameante con que el éxtasis nos aparta de lo cotidiano. El grupo está
realizado en mármol blanco (aunque el conjunto esté formado por una veintena de
mármoles distintos, entre jaspes y mármoles brecha, alabastros y lapislázulis,
mármol rojo de Francia y mármol negro de Bélgica), y los rayos de madera
forrada de oro. El querubín parece materializarse sobre el sol radiante, que
los efectos de luz natural y los rayos dorados escenifican. Santa Teresa está
literalmente arrebatada[6] ("Vivo sin vivir en mí / y tan alta vida espero
/ que muero porque no muero"); víctima frecuente de la levitación mística,
aparece sobre una nube de algodón hecha, sin embargo, con mármol. Se inclina
hacia atrás al mismo tiempo que parece encorvarse hacia adelante y levitar por
la acción de una fuerza sobrenatural. Bajo unos párpados pesados, se revelan
unos ojos cegados por la visión mística; los labios entreabiertos, emiten el
gemido que ella misma nos cuenta en su vida. Parece, pues, que la acción ya ha
sido consumada, que el ángel ha atravesado el corazón con la saeta, y Bernini,
con una gran carga sensual, nos muestra el estado de transverberación en el que
permanece la santa. Los ropajes como una masa en forma de cascada juegan con
los volúmenes y muestran la agitación del alma, reflejando el movimiento
emocional que la experiencia mística ha provocado en la santa. Su mano
izquierda cuelga insensible, mientras que sus pies siguen suspendidos en el
aire. El cuerpo asexuado del ángel, medio desnudo, está cubierto con una
vestimenta que se pega a su cuerpo con formas que, recordando la técnica
clásica de los "paños mojados", permiten adivinar su anatomía sin
necesidad del desnudo. La dirección de sus ondulaciones destaca la diagonal descendente
con la que Bernini señala la entrada de la fuerza divina. Es interesante
establecer los contrastes entre el ángel y la santa. Así, el ángel se nos
muestra en posición vertical respecto a la diagonalidad de la santa; Con su
mano, levanta su hábito para clavar la saeta que procede de la diagonal
opuesta. La diagonal marcada por la saeta, que parece desplazar la vestimenta
del ángel para dejar paso al flujo divino, contrasta con la diagonal dibujada
por la cara y el cuerpo de la santa. La primera es descendente y representa el
espíritu hecho carne; la segunda es ascendente, la carne hecha espíritu, a
pesar de que el peso de los ropajes de la santa parecen retener su cuerpo. La
santa parece pegada a la tierra, arrastrada por su manto, mientras que el ángel
se eleva como un espíritu para infligirle el dulce tormento del fuego divino. Meditación
y oración contemplativa son el método del misticismo, no para obtener un
momento de éxtasis, sino para alcanzar la divinización del alma, y para ello
hay que morir enteramente para todo lo que no sea Dios, no tener voluntad
alguna, sino la de Dios, hasta que el alma desaparezca, enteramente absorbida
en la conciencia de Dios. Esta práctica, más que católica deberíamos definirla
como barroca.
Muy interesante.
ResponderEliminar