Un éxtasis inspirativo normal lleva a
escribir unas 150 a 200 palabras de un envión, sin detenerse. A partir de ahí
para llegar a las 400 recomendables es necesario sobreadjetivar, recargar de
adjetivos descriptivos, aumentar en detalles mínimos, intercalar frases que
aumenten sensaciones, emociones u objetos en el texto. Ese aumento “inútil” es
la esencia del barroco, es ahí donde la creatividad se estruja más allá del
límite de la racionalidad y la lógica para gota a gota ir anegando lo escrito
de florituras y filigrana. Lo que convierte un simple relato en una pieza
literaria. Escriba frases bonitas creando imágenes bonitas usando palabras
bonitas. Las frases pueden ser de dos o tres renglones, no más. No es necesario
que las frases tengan sentido, basta con que se lean bien. No es necesario
irlas hilvanando o darles continuidad de ideas. Transgreda sin asco las leyes
de la gramática, también el orden natural de las palabras, sáltese comas,
repita ideas con distintas palabras, sobreadjetive cada adjetivo, adjetivise
sustantivos y sustantivise adjetivos. Evite palabras cliché salvo que las
disponga o use de manera distinta. Intenta escribir écfrasis, eso ayuda mucho.
Toma una imagen y escribe sobre ella lo que te vaya saliendo, imaginando,
describiendo en detalles lo que ves. Mejor si buscas un set de imágenes,
relacionadas o no, y escribes sobre ellas unas 10 a 20 palabras, una frase
larga por cada una. Escribe lo que ves, lo que sientes, lo que te recuerda,
etc., libremente e independientemente para cada imagen. Después unes los textos
y listo. No olvides que lo importante es la literatura, y la literatura no
necesita realidad.
viernes, 18 de julio de 2014
domingo, 4 de mayo de 2014
Como escribo
En mi caso, cuando escribo mi modesto
neobarroco, nunca sé como es el texto final. Usualmente me surgen un par de
palabras, a lo más una frase, surgidas de una inspiración conciente o
inconsciente, y a partir de ahí voy buscando que quiero decir, voy revolviendo
y rebuscando en mi vocabulario para encontrar las palabras, imágenes o
metáforas que sirvan a ese objetivo aun difuso. Echo a volar mi imaginario y
atrapo las mariposas del color adecuado. Ya por la mitad del escrito me doy
cuenta para donde va, que quería decir y como lo quería expresar, y a partir de
ahí pongo rumbo a ese horizonte que se me va haciendo mas nítido en la medida
que me acerco a las 400 palabras. Siempre llevo conmigo una libreta para anotar
las palabras o frases que se me ocurren de pronto en cualquier lugar y que
usualmente dan origen de un nuevo texto o me resuelven una frase que me quedó
pendiente de un escrito sin terminar. A veces algunos textos quedan a medio
camino a la espera de su necesaria maceración, otras comienzo escribiendo con
cierta idea, borrosa pero reconocible, y termino con una idea totalmente
distinta. En otras ocasiones todo fluye con facilidad, argumento, vocabulario,
imaginario, como si todo ya estuviera escrito y yo solo lo traspasara a la
realidad leíble. En todo caso, siempre sé que cada lector leerá su propio
texto.
jueves, 17 de abril de 2014
OTRO BREVE Y MODESTO EJEMPLO DE ECFRASIS
…un calendario con el pez
dibujado en la arena, la flor y los pasos en el borde sobre los tablones
pulidos por las lluvias y el trasiego de la orilla, los lápices de colores como
un sol de arcoíris, las hojas secas y la madera en fragmento, las castañas
escondiendo sus caobas en un cofre erizado, el sendero por el parque lluvioso
bajo un paraguas amarillo, los fucsias solemnes de los Dondiego de noche tras
el vidrio difusos por las gotas de otra lluvia invernada, los nublados en una
danza imponente entre azul cielo y albos algodones, el trigo amasado y dorado
sobre la mesa, las pálidas flores radiantes con su pequeño disco solar
engarzado en sus acuarelas, los cerezos florecidos en intensos rosados sobre el
verde pasto y el caminito a cualquier lado, y la campanita sobre la estrella
empolvada,…
En “Extravíos lunares”, F.S.R.Banda
IMPRESIONANTE EJEMPLO DE ECFRASIS
(Ecfrasis de La Crucifixión de Durero que abre y adelanta la obra “El Evangelio
según Jesucristo” de José Saramago.)
El sol muestra en uno de los
ángulos superiores del rectángulo,el que está a la izquierda de quien mira,
representando el astro rey una cabeza de hombre de la que surgen rayos de aguda
luz y sinuosas llamaradas, como una rosa de los vientos indecisa sobre la
dirección de los lugares hacia los que quiere apuntar, y esa cabeza tiene un
rostro que llora, crispado en un dolor que no cesa, lanzando por la boca
abierta un grito que no podemos oír, pues ninguna de estas cosas es real, lo
que tenemos ante nosotros es papel y tinta, nada más. Bajo el sol vemos un
hombre desnudo atado a un tronco de árbol, ceñidos los flancos por un paño que
le cubre las partes llamadas pudendas o vergonzosas, y los pies los tiene
asentados en lo que queda de una rama lateral cortada. Sin embargo, y para
mayor firmeza, para que no se deslicen de ese soporte natural, dos clavos los
mantienen, profundamente clavados. Por la expresión del rostro, que es de
inspirado sufrimiento, y por la dirección de la mirada, erguida hacia lo alto,
debe de ser el Buen Ladrón. El pelo, ensortijado, es otro indicio que no engaña,
sabiendo como sabemos que los ángeles y los arcángeles así lo llevan, y el
criminal arrepentido está, por lo ya visto, camino de ascender al mundo de las
celestiales creaturas. No será posible averiguar si ese tronco es aún un árbol,
solamente adaptado, por mutilación selectiva, a instrumento de suplicio, pero
que sigue alimentándose de la tierra por las raíces, puesto que toda la parte
inferior de ese árbol está tapada por un hombre de larga barba, vestido con
ricas, holgadas y abundantes ropas, que, aunque ha levantado la cabeza, no es
al cielo adonde mira. Esta postura solemne, este triste semblante, sólo pueden
ser los de José de Arimatea, dado que Simón de Cirene, sin duda otra hipótesis
posible, tras el trabajo al que le habían forzado, ayudando al condenado en el
transporte del patíbulo, conforme al protocolo de estas ejecuciones, volvió a
su vida normal, mucho más preocupado por las consecuencias que el retraso
tendría para un negocio que había aplazado que con las mortales aflicciones del
infeliz a quien iban a crucificar. No obstante, este José de Arimatea es aquel
bondadoso y acaudalado personaje que ofreció la ayuda de una tumba suya para
que en ella fuera depositado aquel cuerpo principal, pero esta generosidad no
va a servirle de mucho a la hora de las canonizaciones, ni siquiera de las
beatificaciones, pues nada envuelve su cabeza, salvo el turbante con el que
todos los días sale a la calle, a diferencia de esta mujer que aquí vemos en un
plano próximo, de cabello suelto sobre la espalda curva y doblada, pero tocada
con la gloria suprema de una aureola, en su caso recortada como si fuera un
bordado doméstico. Sin duda la mujer arrodillada se llama María, pues de
antemano sabíamos que todas cuantas aquí vinieron a juntarse llevan ese nombre,
aunque una de ellas, por ser además Magdalena, se distingue onomásticamente de
las otras, aunque cualquier observador, por poco conocedor que sea de los
hechos elementales de la vida, jurará, a primera vista, que la mencionada
Magdalena es precisamente ésa, pues sólo una persona como ella, de disoluto
pasado, se habría atrevido a presentarse en esta hora trágica con un escote tan
abierto, y un corpiño tan ajustado que hace subir y realzar la redondez de los
senos, razón por la que, inevitablemente, en este momento atrae y retiene las
miradas ávidas de los hombres que pasan, con gran daño de las almas, así
arrastradas a la perdición por el infame cuerpo. Es, con todo, de compungida
tristeza su expresión, y el abandono del cuerpo no expresa sino el dolor de un alma,
ciertamente oculta en carnes tentadoras, pero que es nuestro deber tener en
cuenta, hablamos del alma, claro, que esta mujer podría estar enteramente
desnuda, si en tal disposición hubieran decidido representarla, y aun así
deberíamos mostrarle respeto y homenaje. María Magdalena, si ella es, ampara, y
parece que va a besar, con un gesto de compasión intraducible en palabras, la
mano de otra mujer, ésta sí, caída en tierra, como desamparada de fuerzas o
herida de muerte. Su nombre es también María, segunda en el orden de
presentación, pero, sin duda, primerísima en importancia, si algo significa el
lugar central que ocupa en la región inferior de la composición. Fuera del
rostro lacrimoso y de las manos desfallecidas, nada se alcanza a ver de su cuerpo,
cubierto por los pliegues múltiples del manto y de la túnica, ceñida a la
cintura por un cordón cuya aspereza se adivina. Es de más edad que la otra
María, y es ésta una buena razón, probablemente, aunque no la única, para que
su aureola tenga un dibujo más complejo, así, al menos, se hallaría autorizado
a pensar quien no disponiendo de informaciones precisas acerca de las
precedencias, patentes y jerarquías en vigor en este mundo, se viera obligado a
formular una opinión. No obstante, y teniendo en cuenta el grado de
divulgación, operada por artes mayores y menores, de estas iconografías, sólo
un habitante de otro planeta, suponiendo que en él no se hubiera repetido
alguna vez, o incluso estrenado, este drama, sólo ese ser, en verdad
inimaginable, ignoraría que la afligida mujer es la viuda de un carpintero
llamado José y madre de numerosos hijos e hijas, aunque sólo uno de ellos, por
imperativos del destino o de quien lo gobierna, haya llegado a prosperar, en
vida de manera mediocre, rotundamente después de la muerte. Reclinada sobre su
lado izquierdo, María, madre de Jesús, ese mismo a quien acabamos de aludir,
apoya el antebrazo en el muslo de otra mujer, también arrodillada, también
María de nombre, y en definitiva, pese a que no podamos ver ni imaginar su
escote, tal vez la verdadera Magdalena. Al igual que la primera de esta
trinidad de mujeres, muestra la larga cabellera suelta, caída por la espalda,
pero estos cabellos tienen todo el aire de ser rubios, si no fue pura
casualidad la diferencia de trazo, más leve en este caso y dejando espacios
vacíos entre los mechones, cosa que, obviamente, sirvió al grabador para
aclarar el tono general de la cabellera representada. No pretendemos afirmar,
con tales razones, que María Magdalena hubiese sido, de hecho, rubia, sólo
estamos conformándonos a la corriente de opinión mayoritaria que insiste en ver
en las rubias, tanto en las de natura como en las de tinte, los más eficaces
instrumentos de pecado y perdición. Habiendo sido María Magdalena, como es de todos
sabido, tan pecadora mujer, perdida como las que más lo fueron, tendría también
que ser rubia para no desmentir las convicciones, para bien y para mal
adquiridas, de la mitad del género humano. No es, sin embargo, porque parezca
esta tercera María, en comparación con la otra, más clara de tez y tono de
cabello, por lo que insinuamos y proponemos, contra las aplastantes evidencias
de un escote profundo y de un pecho que se exhibe, que ésta sea la Magdalena.
Otra prueba, ésta fortísima, robustece y afirma la identificación, es que la
dicha mujer, aunque un poco amparando, con distraída mano, a la extenuada madre
de Jesús, levanta, sí, hacia lo alto la mirada, y esa mirada, que es de
auténtico y arrebatado amor, asciende con tal fuerza que parece llevar consigo
al cuerpo todo, todo su ser carnal, como una irradiante aureola capaz de hacer
palidecer el halo que ya rodea su cabeza y reduce pensamientos y emociones.
Sólo una mujer que hubiese amado tanto como imaginamos que María Magdalena amó,
podría mirar de esa manera, con lo que, en definitiva, queda probado que es
ésta, sólo ésta y ninguna otra, excluida pues la que a su lado se encuentra,
María cuarta, de pie, medio alzadas las manos, en piadosa demostración, pero de
mirada vaga, haciendo compañía, en este lado del grabado, a un hombre joven,
poco más que adolescente, que de modo amanerado flexiona la pierna izquierda,
así, por la rodilla, mientras su mano derecha, abierta, muestra en una actitud
afectada y teatral al grupo de mujeres a quienes correspondió representar, en
el suelo, la acción dramática. Este personaje, tan joven, con su pelo
ensortijado y el labio trémulo, es Juan. Igual que José de Arimatea, también
esconde con el cuerpo el pie de este otro árbol que, allá arriba, en el lugar
de los nidos, alza al aire a un segundo hombre desnudo, atado y clavado como el
primero, pero éste es de pelo liso, deja caer la cabeza para mirar, si aún
puede, el suelo, y su cara, magra y escuálida, da pena, a diferencia del ladrón
del otro lado, que incluso en el trance final, de sufrimiento agónico, tiene
aún valor para mostrarnos un rostro que fácilmente imaginamos rubicundo, muy
bien debía de irle la vida cuando robaba, pese a la falta que hacen los colores
aquí. Flaco, de pelo liso, la cabeza caída hacia la tierra que ha de comerlo,
dos veces condenado, a la muerte y al infierno, este mísero despojo sólo puede
ser el Mal Ladrón, rectísimo hombre en definitiva, a quien le sobró conciencia
para no fingir que creía, a cubierto de leyes divinas y humanas, que un minuto
de arrepentimiento basta para redimir una vida entera de maldad o una simple
hora de flaqueza. Sobre él, también clamando y llorando como el sol que
enfrente está, vemos la luna en figura de mujer, con una incongruente arracada
adornándole la oreja, licencia que ningún artista o poeta se habrá permitido
antes y es dudoso que se haya permitido después, pese al ejemplo. Este sol y
esta luna iluminan por igual la tierra, pero la luz ambiente es circular, sin
sombras, por eso puede ser visto con tanta nitidez lo que está en el horizonte,
al fondo, torres y murallas, un puente levadizo sobre un foso donde brilla el
agua, unos frontones góticos, y allí atrás, en lo alto del último cerro, las
aspas paradas de un molino. Aquí más cerca, por la ilusión de la perspectiva,
cuatro caballeros con yelmo, lanza y armadura hacen caracolear las monturas con
alardes de alta escuela, pero sus gestos sugieren que han llegado al fin de su
exhibición, están saludando, por así decir, a un público invisible. La misma
impresión de final de fiesta nos es ofrecida por aquel soldado de infantería
que da ya un paso para retirarse, llevando suspendido en la mano derecha, lo
que, a esta distancia, parece un paño, pero que también podría ser manto o
túnica, mientras otros dos militares dan señales de irritación y despecho, si
es posible, desde tan lejos, descifrar en los minúsculos rostros un sentimiento
como el de quien jugó y perdió. Por encima de estas vulgaridades de milicia y
de ciudad amurallada, planean cuatro ángeles, dos de ellos de cuerpo entero,
que lloran y protestan, y se duelen, no así uno de ellos, de perfil grave,
absorto en el trabajo de recoger en una copa, hasta la última gota, el chorro
de sangre que sale del costado derecho del Crucificado. En este lugar, al que
llaman Gólgota, muchos son los que tuvieron el mismo destino fatal, y otros
muchos lo tendrán luego, pero este hombre, desnudo, clavado de pies y manos en
una cruz, hijo de José y María, Jesús de nombre, es el único a quien el futuro
concederá el honor de la mayúscula inicial, los otros no pasarán nunca de
crucificados menores. Es él, en definitiva, éste a quien miran José de Arimatea
y María Magdalena, éste que hace llorar al sol y a la luna, éste que hoy mismo
alabó al Buen Ladrón y despreció al Malo, por no comprender que no hay
diferencia entre uno y otro, o, si la hay, no es esa, pues el Bien y el Mal no
existen en sí mismos, y cada uno de ellos es sólo la ausencia del otro. Tiene
sobre la cabeza, que resplandece con mil rayos, más que el sol y la luna juntos,
un cartel escrito en romanas letras que lo proclaman Rey de los Judíos, y,
ciñéndola, una dolorsa corona de espinas, como la llevan, y no lo saben, quizá
porque no sangran fuera del cuerpo, aquellos hombres a quienes no se permite
ser reyes de su propia persona. No goza Jesús de un descanso para los pies,
como lo tienen los ladrones, y todo el peso de su cuerpo estaría suspenso de
las manos clavadas en el madero si no le quedara un resto de vida, la
suficiente para mantenerlo erguido sobre las rodillas rígidas, pero pronto se
le acabará, la vida, y continuará la sangre brotándole de la herida del pecho,
como queda dicho. Entre las dos cuñas que aseguran la verticalidad de la cruz,
como ella introducidas en una oscura hendidura del suelo, herida de la tierra
no más incurable que cualquier sepultura de hombre, hay una calavera, y también
una tibia y un omóplato, pero la calavera es lo que nos importa, porque es eso
lo que Gólgota significa, calavera, no parece que una palabra sea lo mismo que
la otra, pero alguna diferencia notaríamos entre ellas si en vez de escribir
calavera y Gólgota escribiéramos gólgota y Calavera. No se sabe quién puso aquí
estos restos y con qué fin lo hizo, si es sólo un irónico y macabro aviso a los
infelices supliciados sobre su estado futuro, antes de convertirse en tierra,
en polvo, en nada. Hay quien también afirme que éste es el cráneo de Adán,
ascendido del negror profundo de las capas geológicas arcaicas, y ahora, porque
a ellas no puede volver, condenado eternamente a tener ante sus ojos la tierra,
su único paraíso posible y para siempre perdido. Atrás, en el mismo campo donde
los jinetes ejecutan su última pirueta, un hombre se aleja, volviendo aún la
cabeza hacia este lado. Lleva en la mano izquierda un cubo, y una caña en la mano
derecha. En el extremo de la caña debe de haber una esponja, es difícil verlo
desde aquí, y el cubo, casi apostaríamos, contiene agua con vinagre. Este
hombre, un día, y después para siempre, será víctima de una calumnia, la de,
por malicia o por escarnio, haberle dado vinagre a Jesús cuando él pidió agua,
aunque lo cierto es que le dio la mixtura que lleva, vinagre y agua, refresco
de los más soberanos para matar la sed, como en su tiempo se sabía y
practicaba. Se va, pues, no se queda hasta el final, hizo lo que podía para
aliviar la sequedad mortal de los tres condenados, y no hizo diferencia entre
Jesús y los Ladrones, por la simple razón de que todo esto son cosas de la
tierra, que van a quedar en la tierra, y de ellas se hace la única historia posible.
OTRA OPCION PARA ESCRIBIR UN TEXTO NEOBARROCO
ECFRASIS
La écfrasis es la representación
verbal de una representación visual. Es un tipo de intermedialidad; puede ser
real o ficticia y, a menudo, su descripción está insertada en una narración. La
écfrasis clásica puede corresponder en el plan del estilo a la hipotiposis
(descripción animada). Tradicionalmente se define écfrasis como “el ejercicio
literario que consiste en describir un objeto de arte”. Esta acepción no tiene
en cuenta, sin embargo, que la écfrasis no necesariamente se circunscribe a la
modalidad descriptiva, sino que bien puede realizarse adoptando modalidades
narrativas, dialogadas, expositivas… En algunas écfrasis el autor se limita, en
efecto, a describir un cuadro, una escultura, una fotografía, pero en otras no
describe sino que narra lo que sucede en la obra visual; convierte las figuras
del cuadro en personajes y los paisajes en espacios narrativos, y los introduce
en un tiempo para relatar una sucesión de hechos. Por otra parte, la definición
determina que la écfrasis es un “ejercicio literario”, pero no especifica a qué
género pertenece, precisamente porque puede amoldarse a cualquiera de las tres
bases genéricas, a saber, narrativa, lírica y dramática. La descripción, en que
consiste una écfrasis, posee un carácter esencialmente estático –comparémoslo
con el pintor o el aprendiz de pintor ante una obra de arte que quiere
reproducir–; al igual que sucede en las artes plásticas, las acciones se
representan congeladas, paralizadas en un marco de simultaneidades, que puede
relajarse o para el que no pocos autores tratan de buscar soluciones que
aporten movimiento. No obstante, a la simultaneidad propia del objeto, se le
añade en la écfrasis la vivencia en la simultaneidad del testigo ocular que
realiza la descripción y transmite los detalles del objeto. El ejercicio,
realizado a la perfección, ha de provocar que redactor y público se compenetren
y empaticen con la situación del testigo presencial. La écfrasis permite que el
autor detenga la acción. Se consigue por medio del empleo de esta figura la
pausa en la narración, el estatismo del testigo que se deleita o simplemente
escrudiña el objeto que tiene frente a él. Este hecho puede suceder incluso en
momentos de acción intensa. En consecuencia, la écfrasis es una herramienta
que, en manos del autor literario, ofrece unas magníficas posibilidades para la
inclusión de digresiones por medio de las que conferir profundidad al relato,
realizar juegos temporales o espaciales, anticipar datos o completarlos en la
trama, etc. Adicionalmente, la écfrasis, en la medida que despliega los
mecanismos de la descripción de un objeto, aporta realismo y, por tanto, en un
relato de ficción produce en el público sensación de realidad.
martes, 15 de abril de 2014
POETICA, PERDIDA O LIBERACION
“La guerra es dulce para quienes no la conocen”. Píndaro.
Libérame Señor de la rima,
asonante o consonante, y dame el ruido continuo y monótono de la lluvia sobre
el techo de zinc de mi infancia. Libérame Señor del avaro conteo de silabas, de
esa aritmetica infame que traba y encadena, y regálame el verbo continuo como
un hilillo de sangre, un arroyo sonajero y cristalino, o un río turbulento de
aguas furiosas. (Abandoné la poesía, hembra esquiva, no por marchita, ni ajada
ni por sus muchos amantes, [es inmortal y siempre virgen], la abandoné porque
los años me atenuaron las pasiones, los delirios, los afanes, y busqué en la
prosa una amante razonable, hembra madura, tranquila, sin apuros, para vivir no
el destello o la pasión insaciable, sino el mero vicio o la pequeña perversión
insobornable). Indúltame Señor del castigo del verso, de su brevedad lacónica
que pontifica en busca del mármol, el laurel, la memoria o el beso, y bendíceme
con la libertad absoluta de la humilde prosa, con su palabra desatada, con su
oleaje y su embriaguez de tumulto de voces, letanías y murmullos, con su
incoherencia, su laberinto subterráneo, con su secuencia palpitante, con sus
largas agonías y sus silenciosos demonios. (Me tomó efebo, vivió en mí y me
enseñó el amor y el desamor, la nostalgia, tiempo hubo en que cada noche la
tocaba con sensualidad de fauno o ansiedad de naufrago, fue confidente y
cómplice, me enseñó a seducir y también a olvidar. Pero los tiempos cambiaron y
el crepúsculo se hizo carne infiel y la negué tres veces y abrí la puerta a la
última fuga). Quitame, Señor, el peso de la estrofa, daga o espada que mutila,
corta, saja o detiene, y brindame el don de la frase extensa y sinuosa como
lana o serpiente. Rescátame Señor de lo sublime, del éxtasis de la iluminación
o la revelación, y abrúmame de lo cotidiano, del detalle y el fragmento, del
exceso, del horror al vacío, a la
superficie desnuda, a la armonía lineal geométrica, dame el entendimiento
para hacer predominar el significantes por sobre el significado, para
desenterrar los asombros de los significantes
puros, sin significación. (Trasegué de los versos de un capitán al otoño de
un patriarca, dejé de ser el que me
gustas cuando callas porque estás como ausente, / y me oyes desde lejos, y mi
voz no te toca, para ir a ser aquél que se
sintió más triste, más solo que nunca en la soledad eterna de este mundo sin
ti, mi reina, perdida para siempre en el enigma del eclipse, fui desde el
recuerdo que emerge de la noche en que estaba,
al niño que se congeló en el perplejo.)
Extírpame Señor la pretensión de un orden divino, sonoro y misterioso, y
húndeme en el caos elemental y terrestre, sin solución de continuidad ni
místicas leyes secretas. A ti confío, Señor, en esta hora oscura, mi voz entera
y mi búsqueda infinita. Vale.
Referencias, (en cursivas), por orden de aparición:
El campo conceptual del (neo)barroco (Recorrido histórico y
etimológico). Pierrette Malcuzynski
Barroso y sublime: poética para Perlongher. Marcos Wasem
Poema XV. Pablo Neruda
El Otoño del Patriarca. Gabriel Garcia Marquez
La Cancion Desesperada. Pablo Neruda
Paradiso. José Lezama Lima
ATREVIMIENTOS
Atrévete, busca en los socavones
de tus húmedas pesadillas las huellas de tus demonios, las marcas de garras en
los muros, el lenguaje de la sal apelmazada en las grietas, el resplandor imposible
de las luciérnagas subterráneas. Abre las jaulas de los pájaros de las
fantasías escondidas y los sueños estremecidos, deja que rompan con sus vuelos
las telarañas del miedo, los líquenes colgantes donde anidan brillantes y
coloridos insectos, las raíces de las orquídeas epifitas que perfuman las
penumbras de tus ojos y los zarcillos de las viñas donde haces la vendimia del
insomnio. Navega en las espumas de los rompientes de todos los mares que
circundan las islas de tus fugas y regresos. Indaga en las palabras enterradas
en el jardín donde sabes las instancias del rocío y de las libélulas por los
códigos perdidos. Atrévete a abrir, a navegar, a indagar, a buscar las luces y
las sombras, los monumentos derrumbados de tus memorias, las estatuas blancas
en mármol que soportan las fuentes de las aguas que cantan los zumbidos de las
abejas. Cataloga los fragmentos de los fósiles abandonados y las ruinas de un
pasado equivoco que poseen las claves de tus destierros. Urge tus imaginarios
para desenterrar los mapas de tu infancia, las cartas astrales de tu
adolescencia y los geoglifos de tu vida incesante. Desguaza tus naves
naufragadas, destruye los templos con sus ídolos y sus vitrales, borra las
pisadas ajenas en las arcillas de tus recuerdos y escribe en otro idioma todas
tus biografías. Cataloga y urge, desentierra o desguaza, destruye y borra, pero
siempre con el verbo atrevido como una azada o una guadaña. Desata ese cúmulo
de palabras entrelazadas para que digan lo que no dicen, y aten y desaten esa luz
violeta dorada que fosforece en el oleaje de tu nocturno marino. Explora en las
charcas de los bivalvos, de los caracoles de agua y los peces atrapados por las
icnitas de los dinosaurios que pisaron el barro primordial. Decanta los
sedimentos, imagina los plegamientos terrestres y la erosión de los antiguos
parajes que miraste asombrada una tarde con el ocaso acechando. Excava las
tumbas abandonadas, atrévete a hundir tus manos en el vocabulario de los
reptiles, descifra el rastro de tus propios pasos en las arenas del tiempo.
Desata, explora y decanta. Imagina. Excava, hunde o descifra los signos, los
símbolos, las imágenes que acuden a ti como ebrios dragones. Solo atrévete. Vale.
Homenaje
Y por ultimo, en las palabras de
Francisco Antonio Ruiz Caballero (i), profeta del Surrealismo Neobarroco,
“Venga, animaros, queremos ver esos híbridos, esos mutantes, esas paradojas,
esas contradicciones, vivientes o no vivientes, reales o no reales, geográficas,
zoológicas, o botánicas, humorísticas o dramáticas, tragicómicas o
comicotrágicas, bicéfalas o cuasiinoportunas, mixtas o seudoarquetípicas,
contrahechas o bienhechas. Trihibridas o polimorficas, imaginarias o reales. En
la frontera o en el submundo, llegando al subuniverso o conquistando el
suprauniverso. Curvilíneas o semirrectas. Etc, etc, etc.”
(i) A usted, Ruiz Caballero,
heresiarca de los cybercafe sevillanos, biólogo del barroco, suma de infinitos
enciclopedistas surrealistas, mezcla rara de Gabriel García Márquez y
Hieronymus Bosch, de Borges y Cervantes, de Kafka y Cortazar; a usted, Ruiz
Caballero, lo veo ante todo como un Gran Poeta. Y luego así: arbitrario,
descarado, sexual, desaforado, soberbio, mágico, triunfante, hiperimaginativo,
inseguro, fracasado, magnífico, infeliz, limitado, infantil y genial. (ii)
Un tal F.S.R.Banda
Nota.- El primer texto
surrealista/neobarroco fue escrito por el sevillano don Francisco Antonio Ruiz
Caballero, y fue publicado en el Grupo Yahoo Poemas del Fuego el 4 de enero de
2006. Se tituló “Pequeño Relato de
Fantasía.”
(ii) “A usted, Borges, heresiarca
del arrabal porteño, latinista del lunfardo, suma de infinitos bibliotecarios
hipostáticos, mezcla rara de Asia Menor y Palermo, de Chesterton y Carriego, de
Kafka y Martín Fierro; a usted, Borges, lo veo ante todo como un Gran Poeta. Y
luego, así: arbitrario, genial, tierno, relojero, débil, grande, triunfante,
arriesgado, temeroso, fracasado, magnífico, infeliz, limitado, infantil e
inmortal.” Uno y el Universo. Ernesto Sabato, 1945.
(Nota a una amiga)
Algo interesante que acabo de
descubrir leyendo y revisando tu texto, es el tema de la extensión de las
prosas poéticas. Tú sabes que yo siempre trato de que tengan entre 400 y 450
palabras, pero viendo que tú tiendes a las 200, más o menos, me di cuenta de
que generalmente cuando escribo, el primer impulso escritural generalmente me
lleva también a esa cifra. Y después me cuesta llegar a las 400. Como que la inspiración lleva a ese número
200 y tantos, y lo que viene después es inspiración racionalizada o forzada, es
decir literatura pura, esencia del barroco.
OTRAS INSTRUCCIONES PARA ESCRIBIR UN TEXTO NEOBARROCO
Escriba libremente sobre lo que
le venga a la mente siguiendo su flujo de conciencia, usando palabras o frases
para expresar sus emociones aunque sean caóticas, ilógicas, inarticuladas, de
manera que representen el curso de sus pensamientos: sus desplazamientos, los
saltos de un tema a otro, el fluir del tiempo psicológico. Luego deforme,
escinda, fragmente, trasponga, inserte, incruste, coloree, adjetive y
sobreadjetive, sin autocensura. Escriba frases muy largas pero hiladas, sin
separaciones por comas. E intercale frases muy cortas, de dos o tres palabras o
incluso de una sola. Abuse de metáforas, incoherencias, cambios de tiempo, de
lugar, de tema. Agregue nuevas ideas, imágenes, acciones, lugares,
descripciones. Abuse de nombres de flores, piedras preciosas, minerales, fauna,
colores, sabores, etc. Busque material en imágenes oníricas, de pesadillas, de
ensoñaciones, de humor sarcástico y de la pasión erótica. Abunde en énfasis y
ornamentaciones, elabore y reelabore el texto una y otra vez. Abuse de
fantasías, de imaginación y de alegorías, sin hacer correcciones racionales.
Utilice las imágenes poéticas para expresar emociones, pero sin seguir nunca un
razonamiento lógico. Use palabras poco comunes, arcaicas o modismos locales o
de técnicas especializadas, use terminología científica, real o inventada, de
la cultura de las artes y las de ciencias raras o de conocimientos específicos.
Los textos deben ser en general breves y compactos, sin separación de párrafos,
como la corriente de conciencia de un sueño o una pesadilla, o el monologo
insensato pero maravilloso de un loco. El texto no debiera tener mas de 400 palabras,
sobre 500 es demasiado extenso, bajo 300 es demasiado corto. Tenga siempre en
mente los nueve rasgos que definen el neobarroco: ritmo y repetición; límite y
exceso; detalle y fragmento; inestabilidad y metamorfosis; desorden y caos;
nodo y laberinto; complejidad y disolución; “más o menos” y “no sé qué”;
distorsión y perversión. Asuma que los temas de la literatura están hace mucho
tiempo ya agotados, y en un universo donde todo está ya dicho, explicita o
implícitamente, solo cabe cambiar las formas, el futuro, desgastadas estas, ha
de ser peor. Por lo tanto, lo más importante, en todo este proceso creativo es
privilegiar siempre el significante por sobre el significado. Es decir, importa
más el como lo dice que lo que dice. El tema es algo secundario lo mismo que el
argumento, y bien podrían no existir como tales, sino solo como semillas y
rizomas del texto final. Vale.
Nota del autor.- Este texto, como era de esperar, tiene también
exactamente 400 palabras.
Nota sobre la poesía
Mi argumento es simple, la poesía
ya no da para más, esta agotada, primero se dejó de lado la rima y el conteo de
silabas, y apareció el verso libre, después eso también se agotó y surgió la
prosa poética, y ahora, con la posibilidad de que cualquier hijo de vecino (o
hija) puede publicar en Internet todo esta saturado, todo es repetitivo, la
poesía misma está agotada, es cosa de leer lo que hay en los blogs y redes día
a día, los mismos amores, las mismas palabras y metáforas, los mismos
desengaños, todo calcado, repetido de una u otra forma, por eso hay que
experimentar, buscar nuevos vocabularios, nuevas formas de decir, cambiar los
imaginarios, los diccionarios, todo, sino la poesía morirá de vieja.
AUN MAS INSTRUCCIONES PARA ESCRIBIR UN TEXTO NEOBARROCO
Busque en su memoria vivencias,
verdaderas o falsas, en sus recuerdos de lecturas, de paisajes o fantasias, de
su entorno magico o de su imaginario personal. Escriba lo encontrado sin
preocuparse de coherencias, de argumento ni de secuencias lógicas, busque el caos.
Intercale algunas citas bibliográficas relacionadas a la temática elegida.
Luego deforme, escinda, fragmente, trasponga, inserte, incruste, coloree,
adjetive y sobreadjetive, sin autocensura. Escriba frases muy largas pero
hiladas, sin separaciones por comas. E intercale frases muy cortas, de dos o
tres palabras o incluso de una sola. Abuse de metáforas, incoherencias, cambios
de tiempo, de lugar, de tema. Agregue nuevas ideas, imágenes, acciones,
lugares, descripciones. Abuse de nombres de flores, piedras preciosas,
minerales, fauna, colores, sabores, etc. Busque material en imágenes oníricas,
de pesadillas, de ensoñaciones, de humor sarcástico y de la pasión erótica.
Abunde en énfasis y ornamentaciones, elabore y reelabore el texto una y otra
vez. Abuse de fantasías, de imaginación y de alegorías, sin hacer correcciones
racionales. Utilice las imágenes poéticas para expresar emociones, pero sin
seguir nunca un razonamiento lógico. Use palabras poco comunes, arcaicas o
modismos locales o de técnicas especializadas, use terminología científica,
real o inventada, de la cultura de las artes y las de ciencias raras o de
conocimientos específicos. Los textos deben ser en general breves y compactos,
sin separación de párrafos, como la corriente de conciencia de un sueño o una
pesadilla, o el monologo insensato pero maravilloso de un loco. El texto no
debiera tener mas de 400 palabras, sobre 500 es demasiado extenso, bajo 300 es
demasiado corto. Tenga siempre en mente los nueve rasgos que definen el
neobarroco: ritmo y repetición; límite y exceso; detalle y fragmento;
inestabilidad y metamorfosis; desorden y caos; nodo y laberinto; complejidad y
disolución; “más o menos” y “no sé qué”; distorsión y perversión. Asuma que los
temas de la literatura están hace mucho tiempo ya agotados, y en un universo
donde todo está ya dicho, explicita o implícitamente, solo cabe cambiar las
formas, el futuro, desgastadas estas, ha de ser peor. Por lo tanto, lo más
importante, en todo este proceso creativo es privilegiar siempre el
significante por sobre el significado. Es decir, importa más el como lo dice
que lo que dice. El tema es algo secundario lo mismo que el argumento, y bien
podrían no existir como tales, sino solo como semillas y rizomas del texto
final. Vale.
Nota del autor.- Este texto, como era de esperar, tiene exactamente 400
palabras.
Nota personal
Escribir en surrneorroco puede resulta en una
prosa compleja, con códigos y metáforas que requieren segundas o terceras
lecturas, y aun así quizá no se logren desentrañar, pero eso es, en mi modesta
opinión, la gracia de la literatura, cada lector lee según sus vivencias y
memorias, traduce a su íntimo lenguaje las imágenes y los verbos que alguien
escribió en un idioma de seguro distinto. Lo otro es relatar anécdotas, contar
cuentos o historias, hacer discursos. Como dijo Borges: “El deber de un
escritor es dar con su propia voz.”, y también “Toda lectura implica una
colaboración y casi una complicidad.”. Por último, como dijo el escritor Luis
Landeros: “No, a mi me da igual. Me gusta gustar, pero no lo intento. No se
puede escribir para gustar y mantener el éxito porque se pierde la libertad
esencial de escribir lo que te de la gana. Esa cosa principesca del escritor que
escribía a su aire, con cierta altivez y cierto desprecio. Ese es un modo de
sabiduría. El escritor debe intentar gustarse a sí mismo y si al lector no le
gusta, pues allá cada cual.”
MAS INSTRUCCIONES PARA ESCRIBIR UN TEXTO NEOBARROCO
Defina un tema u objeto a partir
de sus sueños, pesadillas, experiencias, fantasias, noticias, etc. Extraiga de
Google frases relativas al tema u objeto elegido que sumen unas 200 palabras.
Una las frases según la mejor coherencia posible. Rellene el texto con unas 200
palabras más de su propio vocabulario e imaginario. Deforme, escinda,
fragmente, trasponga, inserte, incruste, coloree, adjetive y sobreadjetive, sin
autocensura. Escriba frases muy largas pero hiladas, sin separaciones por
comas. E intercale frases muy cortas, de dos o tres palabras o incluso de una
sola. Abuse de metáforas, incoherencias, cambios de tiempo, de lugar, de tema.
Agregue nuevas ideas, imágenes, acciones, lugares, descripciones. Abuse de
nombres de flores, piedras preciosas, minerales, fauna, colores, sabores, etc.
Busque material en imágenes oníricas, de pesadillas, de ensoñaciones, de humor
sarcástico y de la pasión erótica. Abunde en énfasis y ornamentaciones, elabore
y reelabore el texto una y otra vez. Abuse de fantasías, de imaginación y de
alegorías, sin hacer correcciones racionales. Utilice las imágenes poéticas
para expresar emociones, pero sin seguir nunca un razonamiento lógico. Use
palabras poco comunes, arcaicas o modismos locales o de técnicas
especializadas, use terminología científica, real o inventada, de la cultura de
las artes y las de ciencias raras o de conocimientos específicos. Los textos
deben ser en general breves y compactos, sin separación de párrafos, como la
corriente de conciencia de un sueño o una pesadilla, o el monologo insensato
pero maravilloso de un loco. El texto no debiera tener mas de 400 palabras,
sobre 500 es demasiado extenso, bajo 300 es demasiado corto. Tenga siempre en
mente los nueve rasgos que definen el neobarroco: ritmo y repetición; límite y
exceso; detalle y fragmento; inestabilidad y metamorfosis; desorden y caos;
nodo y laberinto; complejidad y disolución; “más o menos” y “no sé qué”;
distorsión y perversión. Asuma que los temas de la literatura están hace mucho
tiempo ya agotados, y en un universo donde todo está ya dicho, explicita o
implícitamente, solo cabe cambiar las formas, el futuro, desgastadas estas, ha
de ser peor. Por lo tanto, lo más importante, en todo este proceso creativo es
privilegiar siempre el significante por sobre el significado. Es decir, importa
más el como lo dice que lo que dice. El tema es algo secundario lo mismo que el
argumento, y bien podrían no existir como tales, sino solo como semillas y
rizomas del texto final. Vale.
Nota del autor.- Este texto tambien tiene exactamente 400 palabras.
Sobre la extensión de los textos.
Siempre trato de que tengan entre 400 y 450
palabras, pero me he dado cuenta de que cuando escribo, el primer impulso
escritural generalmente me lleva también a esa cifra. Y después me cuesta
llegar las 400. Como que la inspiración lleva a ese número 200 y tantos, y lo
que viene después es inspiración racionalizada o forzada, es decir literatura
pura. Y no necesariamente se desvirtúa lo escrito al forzar la extensión, quizás
en eso está la gracia, porque una manera de aumentar la extensión es ir
sobreadjetivando y poniendo frases mas elaboradas creadas a partir de la
inspiración inicial. Ha de recordarse que no se trata solo de 'prosa poética',
si no de textos neobarrocos. Lo de las 400 palabras esta basado en una estadística
que hice hace algunos años cuando comencé a escribir neobarroco, ese estudio
fue sobre las obras del genial precursor del este estilo barroco y surrealista,
Don Francisco Antonio Ruiz Caballero.
INSTRUCCIONES PARA ESCRIBIR UN TEXTO NEOBARROCO
Tome su poema más extenso, y el
que más le guste. Idealmente sobre un tema relacionado (opcional). Únalos en
uno solo, de manera que las imágenes, ideas, acciones, metáforas etc., vayan de
alguna manera generado un poema con algo de coherencia (opcional). Transforme
el poema en una prosa, simplemente uniendo los versos. Reescriba el texto
introduciendo adjetivaciones y sobre adjetivaciones, nuevas ideas e imágenes.
Escriba frases muy largas pero hiladas, sin separaciones por comas. E intercale
frases muy cortas, de dos o tres palabras o incluso de una sola. Abuse de
metáforas, incoherencias, cambios de tiempo, de lugar, de tema. Agregue nuevas
ideas, imágenes, acciones, lugares, descripciones. Abuse de nombres de flores,
piedras preciosas, minerales, fauna, colores, sabores, etc. Busque material en
imágenes oníricas, de pesadillas, de ensoñaciones, de humor sarcástico y de la
pasión erótica. Abunde en énfasis y ornamentaciones, elabore y reelabore el
texto una y otra vez. Abuse de fantasías, de imaginación y de alegorías, sin
hacer correcciones racionales. Utilice las imágenes poéticas para expresar
emociones, pero sin seguir nunca un razonamiento lógico. Use palabras poco
comunes, arcaicas o modismos locales o de técnicas especializadas, use
terminología científica, real o inventada, de la cultura de las artes y las de
ciencias raras o de conocimientos específicos. Los textos deben ser en general
breves y compactos, sin separación de párrafos, como la corriente de conciencia
de un sueño o una pesadilla, o el monologo insensato pero maravilloso de un
loco. El texto no debiera tener mas de 400 palabras, sobre 500 es demasiado
extenso, bajo 300 es demasiado corto. Tenga siempre en mente los nueve rasgos
que definen el neobarroco: ritmo y repetición; límite y exceso; detalle y
fragmento; inestabilidad y metamorfosis; desorden y caos; nodo y laberinto;
complejidad y disolución; “más o menos” y “no sé qué”; distorsión y perversión.
Asuma que los temas de la literatura están hace mucho tiempo ya agotados, y en
un universo donde todo está ya dicho, explicita o implícitamente, solo cabe
cambiar las formas, el futuro, desgastadas estas, ha de ser peor. Por lo tanto,
lo más importante, en todo este proceso creativo es privilegiar siempre el
significante por sobre el significado. Es decir, importa más el como lo dice
que lo que dice. El tema es algo secundario lo mismo que el argumento, y bien
podrían no existir como tales, sino solo como semillas y rizomas del texto final.
Vale.
Nota del autor.- Este texto tiene exactamente 400 palabras.
SOY EL QUE SOY
Soy geólogo de profesión, actualmente retirado, sin estudios formales de literatura, solo he sido un lector vicioso (y prejuicioso) desde niño, ya hace varios años, después de una vida escribiendo poesía llegué a la certeza de que ya todo estaba escrito, y comencé con la literatura experimental intentando y buscando (modestamente) nuevas formas de expresión, hasta dar con estas prosas que intento sean barrocas, y que se parecen mucho al lenguaje que necesito para escribir lo que necesito escribir. Mi búsqueda literaria personal va por el surrealismo y el neobarroco, en un estilo que los fusiona en vocabulario y en imaginario, escritos en una prosa que aumente al máximo la intensidad emocional. Cada día que leo las decenas de poemas que se publican en Internet más me convenzo que el deber aquí y ahora es la exploración literaria, la búsqueda de la renovación en la poética, si no la poesía va a terminar como la novela, que está dedicada al mero relato de historias, entretenidas, pero sin ningún valor ni aporte a las Artes Literarias. Por otra parte, ya soy un viejo, escribo solo por el placer de leerme, no he publicado nunca ni es mi interés hacerlo en el futuro, eso me da una libertad ilimitada.
MI SURREALISMO NEOBARROCO
El Surrealismo Neobarroco es una
corriente literaria cuyos rasgos principales son la deformación poética de la
realidad por una acción fantástica descrita de un modo excesivamente recargado
de imágenes, metáforas y adjetivaciones dentro de una narrativa breve y
puntual. En sus textos la trama suele ser un aspecto secundario y hay un
evidente predominio de la búsqueda de imágenes hermosas, maravillosas,
asombrosas y siempre inquietantes, las que provienen de muy diversos campos del
conocimiento. Hay un exceso de énfasis y abundancia de ornamentación, siendo
claramente un arte "elaborado". La fantasía y la imaginación son
evocadas en el lector, abusando del abundante uso de la metáfora y la alegoría,
sin correcciones racionales, utilizando las imágenes para expresar emociones,
pero sin seguir nunca un razonamiento lógico. Tiene una vocación libertaria sin
límites buscando la exaltación de los procesos oníricos, del humor corrosivo y
de la pasión erótica, concebidos como armas de lucha contra las obviedades de
la literatura actual. Abunda en lo onírico, lo fantasioso a partir de objetos
reales, la terminología científica, real o inventada, la cultura de las artes y
las ciencias, y no es raro encontrar en estos textos el material de las
pesadillas. Sus textos son en general breves y compactos, sin separación de
párrafos, como la corriente de conciencia de quien describe un sueño o una
pesadilla, o el monologo insensato pero maravilloso de un loco. Sus ancestros
literarios se pueden encontrar en el Fíton
de don Alonso de Ercilla y Zúñiga, en el Aleph de Jorge Luis Borges, en
Paradiso de José Lezama Lima, en El Otoño del Patriarca de Gabriel García
Márquez y en Colibrí de Severo Sarduy. Es en resumen una orgía de imágenes que
asombran, asustan, inquietan, maravillan, un delirio onírico hilvanado
sutilmente mediante la sola palabra a la realidad, que todos ven burda y opaca
y el poeta brillante y misteriosa. Posee una tendencia a las variaciones sobre
un tema hasta su agotamiento, o en la búsqueda reiterativa de la perspectiva
mas adecuada para su exposición. Está claramente más cerca del neobarroco cubano,
que del realismo mágico. Su literatura tiende a ser, en la medida de lo
posible, arcaica, barroca, rebuscada, demanda el asombro a través de la
emoción, todo forma y poco o nada de fondo, predominio absoluto del
significante por sobre el significados, capaz de crear un (o muchos) Universo
caprichoso, ni siquiera paralelo, sino absolutamente diverso al Universo del
infatuado escritor o del asustado lector. Esta literatura está, o lo más
alejada posible de la brutal realidad, o interviene en ella poetizando sus
miserias como si fueran burbujas de jabón, iridiscentes pero esencialmente
inútiles. En fin, una literatura que pretende estar solo comprometida con la
literatura, y a la que le basta, simplemente, con ser leída.
F.S.R.Banda, mismo
ORIGEN
Postulo [de seguro plagiando] que los temas
de la Poesía están hace mucho tiempo ya agotados, y acaso las formas de
escribirlos también. Reescrituras, paráfrasis, hiperpoemas, centones, son
febriles tentativas de romper la monotonía de la poesía vigente, de evitar el
plagio inevitable. Miles, literalmente, de poemas abundan en innumerables,
literalmente, paginas web, grupos de Internet, revistas concretas y virtuales,
estantes de librerías y bibliotecas, y cada uno de esos poemas posee su
intensidad y sus ripios, su pena y su esplendor, su valor como objeto estético
y su precio como intimidad expuesta. En un universo donde todo esta ya dicho,
explicita o implícitamente, solo cabe cambiar las formas, el futuro,
desgastadas estas, ha de ser peor. El escritor y el poeta tienen el deber de
buscar su voz, explorar todas las opciones de su arte, agotar con fervor las
posibilidades de reflorecimiento, regeneración, renovación de los misterios del Verbo. Vale.
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