viernes, 9 de octubre de 2015

SIETE PECADOS CAPITALES


Lo primero es entender, asumir, convencerse, de que “la forma de poema es una desgracia pasajera”.
Lo segundo es escribir sin pensar en quienes te leerán, porque “el escritor debe intentar gustarse a sí mismo y si al lector no le gusta, pues allá cada cual”.
Tercero, escribir como si escribieras un poema pero sin cortarlo en versos, sino como un todo continuo de imágenes, sensaciones, metáforas etc.
Cuarto, explorar el idioma en busca de palabras bonitas, antiguas, extrañas, no solo en su significado sino también por su belleza sonora, no importa si no tienen sentido en el contexto.
Quinto, si es necesario, para mayor hermosura del texto, no respetar las reglas gramaticales, ni ortográficas, ni sintácticas, ni nada que puede limitar la absoluta libertad de tu escritura, “comprender que la gramática es un instrumento, y no una ley”.
Sexto, no temer al caos, la complejidad, lo codificado, los juegos de palabras, lo enmarañado, lo enredado, lo confuso, lo sin sentido, si es así como te salió del alma y en ello está lo que querías expresar.
Séptimo, busca tu propia voz literaria, que sea reconocible, por ciertas palabras, la forma de escribir, por los temas o lo que sea que te distinga del tumulto.
Lo demás es cosa de ponerse a escribir, como un hábito, sin limitarse, mientras más escribes de un tema, más barroco te va saliendo. Escribe de a poco, en la medida que te vienen las palabras, las imágenes, las metáforas.